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Filosofia Hoy

ZIZEK: el filósofo sucio

febrero 22, 2018

Que alguien haya tenido la idea de rodar una película sobre un filósofo da alguna pista sobre su protagonista. Žižek, the movie, de Astra Taylor, son 75 minutos vibrantes sobre la también vibrante personalidad del esloveno Slavoj Žižek. Exuberante, contradictorio, eléctrico… son adjetivos que a menudo aparecen en las descripciones del personaje. Calificativos que él rechaza porque se yerguen como pantallas que no dejan ver ni entender lo que tiene que contarnos. Como explicó en una entrevista en la cadena suiza 3sat, “me parece triste que todas esas críticas me tachen de nervioso o torpe, deteniéndose en cuestiones formales. Esas críticas tienen en común no mencionar nada sobre lo que digo. Y tengo tesis muy precisas: lea a Hegel así, o el cine funciona ideológicamente de esta manera… Pero no, sólo hacen reproches formales que, para mí, carecen de interés”. En Filosofía Hoy nos hemos fijado en lo que Žižek tiene que decirnos sobre el pensamiento, la política, la sociedad, la economía y el consumo…, sobre casi todo. Porque este pensador tiene opiniones y tesis bien claras de cada uno de los aspectos de la sociedad en la que vive, y los expone con claridad y lucidez radicales.

Lenin y Stalin
“El estalinismo fue un problema filosófico aún mayor que el nazismo. Hay una diferencia básica entre las víctimas de uno y otro. Bajo el nazismo, si eras judío, estabas muerto, sin mediar palabra, no había nada que probar: eras culpable por lo que eras. En el estalinismo, la mayoría de las víctimas eran juzgadas por acusaciones falsas; la mayoría no eran traidores y fueron torturados o chantajeados hasta confesar que lo eran”.

“La revolución de octubre fue un gran momento. No soy unos de esos troskistas locos que opinan que si Lenin hubiera vivido tres años más y hubiera hecho un pacto con Trosky no hubiera surgido el estalinismo, sino una Unión Soviética feliz y democrática. No, era una situación sin salida. El estalinismo era una necesidad y ahí radica la tragedia: ¿cómo pudo ese grandioso leninismo, esa increíble explosión de nuevo pensar político, terminar en estalinismo? Aún tenemos que entender ese proceso. Tenemos que repensarlo, si de verdad queremos ser otra vez de izquierdas”.

“Admiro de Lenin que no le bastara la mera explosión igualitaria. Quiso traducirla en un nuevo orden. Hay que romper el ciclo de las explosiones revolucionarias ocasionales y a las que, inevitablemente, sigue una vuelta al antiguo orden. No es que yo sea ambiguo sobre la democracia, es que la democracia, como tal, es ambigua”.

Capitalismo y crisis
“La irracionalidad del sistema ha quedado al descubierto para todo el mundo. Pero no creo lo que piensa la izquierda: ‘Como ahora la gente se va a dar cuenta de la irracionalidad del capitalismo, quizá esto nos ayude a inventar algo distinto…’. Al revés, las crisis representan momentos muy peligrosos y la primera reacción siempre es el miedo: la gente no renuncia a su ideología, sino que se aferra más desesperadamente a ella. Un ejemplo: cuando todo estalló, el presidente Bush presentó el primer plan Bailout al Congreso: setecientos mil millones de dólares. El Congreso votó con dos tercios en contra. Y ¿qué pasó? La democracia fue dejada de lado y Bush, McCain, Obama terminaron por convencer a los parlamentarios: ‘Escuchen, esto hay que hacerlo ahora. No podemos perder el tiempo con debates democráticos’. La emergencia puso en claro cuáles son las prioridades. Lamentablemente, al final, el resultado va a ser otro ejemplo más de lo que Naomi Klein llama ‘La Doctrina del Shock’: la crisis es utilizada como estrategia para imponer las reglas del juego capitalista más radicalmente”.

“Se ha acabado la idea de que no es un destino ciego el que nos controla y de que, mediante la acción colectiva de los hombres, es posible llevar el timón del desarrollo. En los últimos años ha regresado la lógica del destino ciego. Se acepta el capitalismo global como un hecho contra el que es imposible actuar. La única pregunta es: ¿estaré entre los que se acomodan o entre los excluidos? Ha desaparecido ese cierto tipo de cuestionamiento anticapitalista, que no tiene por qué llevarnos necesariamente a la vieja lucha marxista de clases”.

“Tenemos dos enemigos: los procapitalistas liberales y los viejos marxistas. Ambos sostienen que es el mismo capitalismo el que funciona. Y eso no es verdad. En China y en otros lugares está emergiendo algo nuevo, algo siniestro bajo el disfraz de lo que ridículamente se llaman valores asiáticos: el capitalismo autoritario, un capitalismo que, por lo que vemos, lidia mejor con la crisis que el de occidente. Un capitalismo más dinámico y eficiente que nuestro capitalismo liberal y que funciona a la perfección con un estado autoritario. Mi temor es que ese sea el futuro”.

Ecología y cultura bio
“Es interesante ver que tendencias concebidas como subversivas pueden ser reapropiadas y vendidas por y para el consumo. La comida ecológica representa un nicho de mercado hoy día. Un tipo que compra esta comida, en realidad no lo hace para estar más sano, sino para ganar una cierta solidaridad con quien realmente se interesa por la naturaleza. Compra una cierta postura ideológica. Lo mismo que quien compra vaqueros lavados: no los compra por los propios vaqueros, sino porque proyectan una imagen de ti y de tu identidad social. Otra vez no estás comprando un producto, sino un cierto estatus, una cierta ideología”.

“Un fenómeno típico de nuestros días: Starbucks. Es la forma que tenemos hoy de consumir. No compramos solamente café; compramos una ética de la vida, compramos el derecho de admisión en una comunidad donde encontrarse con otras personas y colaborar llevando atención médica a no sé qué país pobre de Latinoamérica. Es ta es la más grande manipulación poscapitalista: que la caridad y la humanidad sean parte del consumo en vez de ser parte de nuestras vidas. Y no quiero hablar únicamente de los capitalistas malos; ¿no pasa lo mismo con los alimentos bio? ¿Son menos venenosos que los otros? ¡No! Se compran porque ayudan a sentirse bien: ‘Si compro verdura bio, estoy haciendo algo bueno por el planeta’. Así es como funciona el capitalismo”.

Tolerancia y racismo
“Estoy en contra de la tolerancia. No es que esté a favor de la intolerancia, pero rechazo la idea de que problemas como el racismo o el sexismo puedan ser automáticamente traducidos a problemas de tolerancia. Tomemos a Martin Luther King: él jamás habló de tolerancia. Nosotros lo hacemos porque vivimos en la pospolítica: la economía y la administración están cada vez más despolitizadas y los únicos conflictos reales que quedan son culturales”.

“La tolerancia multicultural es, a menudo, hipócrita en el sentido de que tolera al otro, pero a un otro muy reducido, muy limitado. Se respeta al otro en tanto hablemos de su comida, su cultura, su tradición y sus danzas. Pero ¿qué pasa con la ablación del clítoris?, ¿con quienes dicen que debemos respetar el hinduismo? Muy bien, pero ¿qué pasa con esas viejas costumbres que ordenan quemar a la mujer cuando el marido muere? ¿Lo respetamos también ? Entonces tenemos un problema. Seguir el juego de lo políticamente correcto es racismo invertido y asqueroso”.