La experiencia humana es indefinible. Esta afirmación tan corta no carece de significado o de verdad cuando se reflexiona a profundidad y se concluya que su premisa es cierta; la experiencia humana no es susceptible a una definición que describa por completo todas sus aristas, dimensiones, consecuencias, efectos sobre sus vehículos fundamentales, los seres humanos.
A pesar de que hemos pasado siglos y siglos tratando de comprendernos a nosotros mismos, siglos que no han pasado libres de resultados y de avances importantes con respecto al entendimiento de la naturaleza, del universo, y de muchas otras cosas, todavía no hemos sido capaces de dar con una definición de lo que significa ser humano, y puede que nunca demos con una definición que satisfaga todas las perspectivas porque ellas también son diversas y emplean criterios que divergen entre sí, criterios que pueden definir como verdad una cosa u otra.
Sin embargo, habrá un consenso más o menos mayoritario cuando se afirme lo siguiente: hay dos extremos claros en lo que respecta al extremo de sentimientos que una persona puede sentir a lo largo de su vida. Uno de estos extremos nos transporta a un universo multicolor donde todas las cosas, hasta las más minúsculas e insignificantes, nos parecen hermosas y llenas de significado esplendoroso y digno de ser relatado artísticamente.
Hablemos un poco sobre la tristeza
Este extremo del espectro es el que mejor relacionamos con la concepción clásica de felicidad o, al menos, de alegría. Este es el extremo en el cual se nos dice que deberíamos quedarnos de manera más prolongada debido a que resulta más beneficioso para nuestro humor y consecuente al cómo nos relacionamos con los otros. Sin embargo, es obvio que no siempre podemos estar en nuestro mejor estado anímico; la vida no es tan bella para permitirnos esto.
El otro extremo del espectro de emociones que una persona puede experimentar a lo largo de su vida es aquel en el cual nadie quiere permanecer por mucho tiempo. Este es un extremo cuya estadía aparece ciertamente desagradable para las personas que se ubican en él, que son todas más allá del tiempo que hayan permanecido en ella. Las causas que llevan a una persona ubicarse en esta posición obedecen a una enorme multitud de razones propias de lo diversa que es la realidad que cada uno experimenta a su modo y, a su vez, a lo abierta que es la receptividad humana en cuanto a la clase de estímulos que ella es capaz de recibir.
Los efectos inmediatos tienen cierto peso sobre el individuo; lo hacen más “pesado” en su continuo andar en la tierra, en su cotidianidad en el día a día. Si los efectos del primer extremo anteriormente repasado te hacen sentir más ligero y te permiten “volar” de cierto modo, entonces, no estaría mal establecer características inversas sobre el estado que estamos analizando en este momento; diremos, entonces, que este extremo, al cual asociaremos con la tristeza, ejerce un tipo de presión mental y física sobre la persona que lo experimenta añadiéndole cierto peso.
Consecuencias de la tristeza
Las consecuencias que pueden llevar a una persona son variadas porque, dependiendo de la causa, el efecto de ella puede afectar muchos de los ámbitos en los cuales la persona se desenvuelve normalmente en los distintos niveles en los cuales este ámbito puede organizarse. Sin embargo, la tristeza es sumamente “inclusiva” de un modo que no produce mucho gusto decir.
Decimos que es inclusiva porque, sin importar la resistencia que queramos ejercer contra ella, la tristeza termina por posar su sombra en muchos aspectos de nuestra existencia; se expande rápidamente sobre nuestro ser e “infecta”, si cabe la expresión, nuestras mejores facultades. La tristeza es también contagiosa; si una persona de nuestros afectos más profundos emite señales visibles de tristeza, muy probablemente nosotros nos sentiremos tristes también debido a la empatía, una condición humana que nos permite “sentir” o “replicar” lo que otro cercano a nosotros experimenta para así comprender su situación.
La tristeza un fenómeno humano que se experimenta en primera persona cuyos efectos son constatables por el sujeto afectado. Por ende, la tristeza es un fenómeno susceptible a la comunicación verbal o escrita. A pesar de que la empatía sea uno de los medios fundamentales para asimilar la tristeza, el verbo o la redacción sirven también para dejar saber que una persona, efectivamente, está triste.
Frases de tristeza
Las frases de tristeza no son frases que necesariamente sentencien un estado de ánimo suicida o pesimista; esta es una concepción errónea que, lamentablemente, ha ganado adeptos debido a que las personas no se atreven a ahondar más en la naturaleza de este asunto en particular (y otros más). Las frases de tristeza, de cierto modo, pueden transmitir belleza dependiendo de cómo se estructuren y el sentido dado y otorgado por el autor.
La poesía ha servido de medio para la transmisión artística y estética de la tristeza. Por medio del verso, el ritmo, la métrica, la tristeza ha hallado un vehículo correcto para ser comunicada de un modo hermoso y productivo para la persona que la haya experimentado en un primer momento. Las “frases de tristeza” propias de la poesía conservan una esencia y aura solemne que eleva la tristeza a un estado superior. A continuación, vamos a dar ejemplos de algunas frases de tristeza “poéticas” de nuestra autoría.
- El candor se apagó en el sueño, porque nuestras almas no amanecieron intactas.
- No hay nada especial en nuestros ojos, ellos duermen en la profunda indiferencia.
- Y soy también víctima de mis diversas soledades, porque sabes que hay diferentes maneras de sentirse solo.
- Los amores forzados son siempre plásticos, la necesidad de comprensión queda insatisfecha.
- El delirio es la consecuencia natural del impacto, ninguna lucidez después de la revelación.
- Supongo que estoy vivo una circunstancia incoherente. Así nunca me he sentido, me conmuevo espectralmente.
- Las luchas son más sangrientas e indolentes, el genocidio es enfermizamente normal.
- Fiesta negra, vestidos oscuros alrededor colocan en una caja su último adiós.
- Yo no debo seguir idealizando tus gestos profanos, tú eres tan malditamente humana como yo.