Para recuperar al hombre que habitaba tras el nombre de Miguel de Unamuno hemos echado mano de la biografía más exhaustiva, la realizada por Colette y Jean-Claude Rabaté. El volumen, de casi 800 páginas, publicado por Taurus, tiene como fuentes cuadernillos autobiográficos, numerosas cartas, colaboraciones periodísticas y discursos donde se manifiesta el Unamuno más crudo.
1864 “Me he criado en una familia de puritanos, sequedad y fórmula” .
Miguel de Unamuno nace en la calle Ronda de Bilbao. Era el tercer hijo y primer varón, del matrimonio del comerciante de harinas Félix de Unamuno Larraza y su sobrina, Salomé Jugo Unamuno. El oficio permitía que la familia viviera con cierta holgura, de modo que seguirán naciendo hijos: Félix, Susana, María Mercedes… Pero pronto llega la desgracia. El padre muere a los 47 años y también una hermana. El clima de severidad y austeridad se instala en el hogar y los escasos momentos de celebración no son capaces de esquivarlo.
1875 “Para unos marca el uso del pantalón largo, para otros el del reló, para todos el principio de la edad del pavo y de las concupiscencias del saber”.
Hablaba Unamuno de su entrada, con 11 años en el instituto. En paralelo a sus clases, acude a sesiones de dibujo y pintura con Antonio Lecuona. Durante toda su vida cultivará el dibujo y durante toda su vida lamentará no dominar el uso del color, lo que le hizo desistir de la carrera artística.
1880 “Soy vascongado y llego con recelo y cautela a terreno poco y mal espigado hasta hoy”.
Las lecturas de Kant, Descartes o Hegel, le hacen tomar la decisión de estudiar Filosofía, para lo que debe marchar a Madrid. La ciudad no le causa buena impresión. Se siente aislado y le pesa la soledad, por lo que se concentra en el estudio, mientras echa dolorosamente de menos a la novia que se ha dejado en Bilbao. Regresará con su tesis –Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca, bajo el brazo– y lleno de proyectos.
1884 “¿Querrán decir los señores de la comisión para qué se decía en el anuncio de la provisión de la plaza que se presentaran con la solicitud los documentos que se tuvieran por conveniente? ¿Para arrollarlo en papel higiénico?”.
La carrera por una plaza de catedrático de instituto o universidad le proporcionará sinsabores y una amarga sensación de fracaso. Para hacer frente a su mala situación económica da clases en un colegio y particulares. Poco a poco se hace con un hueco como cronista en la prensa local. Desde sus páginas entrará en polémicas con personajes como Sabino Arana.
1889 “¡Oh! Cuando yo tenga hijos de carne y hueso, con vida, con amor y dulzura. Es uno de mis sueños (…)”.
La etapa de Bilbao no ha satisfecho sus expectativas, pero el joven y vigoroso Unamuno persevera y vuelve a Madrid para seguir estudiando oposiciones. El dolor por no tener cerca a su amada se mitiga en enero de 1891, cuando por fin se casa con ella dispuesto a formar la familia que añora. Pero sus estudios lo reclaman y pocos meses después regresa a Madrid, porque llegan las ansiadas oposiciones a la cátedra de la Universidad de Salamanca. En junio de ese años sus esfuerzos son recompensados.
1894 “He acabado por tener la convicción de que el socialismo limpio y puro, sin disfraz ni vacuna (…) es el único ideal hoy vivo”.
En Salamanca, mientras van naciendo hijos a buen ritmo, Unamuno se centra en su actividad académica y de traducción. Pero la agitación política que siempre promovió lo lleva a Bilbao, en cuya prensa aparecen sus artículos con mucha frecuencia. En octubre de 1894 envía a La lucha de clases la carta Un socialista más, con la que queda reflejado su compromiso. La colaboración durará tres años, hasta la crisis personal de 1897, donde se juntan cansancio, angustia, dolor ante la enfermedad de un hijo y pensamientos suicidas. Finalmente cae en una gran depresión.
1898 “Mientras subsistan máximas tan estúpidas, inhumanas y criminales como España para los españoles, América para los americanos, Bilbao para los bilbaínos, no habrá nunca paz verdadera, ni verdadero progreso”.
Representante destacado de la generación del 98, Unamuno fue uno de los pocos intelectuales que querían la independencia de Cuba. El Desastre le daría la razón. Su actividad literaria, periodística, ensayística y filosófica, especialmente en esta época, es una reflexión continua sobre la historia, el presente del país y su necesidad de renovación y regeneración.
1901 “Yo juego a la pelota con las ideas, por las que no siento respeto alguno. Cuando a fuerza de pelotazos reviento una, cojo otra”.
No iba a tener la universidad de Salamanca rector más atípico –ni más conocido– que Miguel de Unamuno. En esa época, cuando está a punto de nacer su séptimo hijo, Unamuno cultiva con esmero su labor de conferenciante en los llamados sermones laicos. Ningún tema –economía, política, religión– se le resiste y, como él mismo dice, juega a la pelota con las ideas en un toma y daca que le ocasionará sonadas polémicas, por ejemplo, con el obispo de Salamanca y otros jerarcas de la Iglesia católica, a raíz de un escrito filtrado donde Unamuno declaraba haberse vuelto hacia un cierto “protentastismo liberal” y donde las autoridades religiosas ven que se apartado de la “madre Iglesia”. Unamuno polemiza con todos –latifundistas, políticos, taurinos–, y vuelve su pluma hacia Latinoamérica, donde se siente mejor valorado y más cómodo.
1914 “Pido, pues, que se me forme expediente por mi gestión y que se aclaren los hechos por una inspección hecha por persona imparcial y competente y con la ilustración necesaria, y no por cualquier pobre diablo”.
El ministro de Instrucción Pública destituye a Unamuno del rectorado por razones políticas, convirtiéndolo así en mártir de la oposición liberal. Por supuesto, no conseguirán callarlo. Solo los acontecimientos internacionales, el inicio de la Gran Guerra, lo desviarán de su cruzada personal. Unamuno se manifiesta como aliadófilo y contra la neutralidad de España en la guerra mundial.
1920 “Está perdido y nos pierde (habla de Alfonso XIII). Se mete en negocios turbios, juega, bebe –y no agua– y putea”.
Inmerso en juicios por “delitos de impresa”, es condenado a prisión por injurias al rey, aunque la sentencia no llega a cumplirse. En 1921 es nombrado vicerrector, pero sus constantes ataques al rey y a Primo de Rivera –del que dirá “no tiene más seso que una rana”– son esgrimidos como causas de una nueva destitución y posterior destierro a Fuerteventura, en febrero de 1924. Las vacaciones en el exilio de Fuerteventura, donde lee, pasea y escribe innumerables cartas no duran mucho. Pronto será indultado, aunque él decide continuar su exilio en Francia. La acogida en París le causará una grata impresión, pero tampoco esta ciudad le durará mucho a Unamuno, que enseguida marcha a Hendaya.
1930 “Comienza una nueva era y termina una dinastía que nos ha empobrecido, envilecido y entontecido”.
Con la caída del régimen de Primo, Unamuno ultima su vuelta a España. Salamanca le prepara una calurosa acogida. Unamuno vuelve a la vida docente y a la escena política con renovados bríos: se presenta como candidato a concejal por la unión republicano-socialista para las elecciones del 12 de abril de 1931 y resulta elegido. Desde el balcón del ayuntamiento proclama la República. De nuevo es nombrado rector de la Universidad de Salamanca. La carrera política de Unamuno prosigue y progresa. Se presenta a las elecciones a Cortes y es elegido diputado como independiente por la candidatura de la conjunción republicano-socialista en Salamanca.
1932 “ He dicho que me dolía España y me sigue doliendo. Y me duele, además, su república”.
Prematuramente, el escritor e intelectual empieza a desencantarse con el gobierno en el que tantas expectativas había puesto, y en 1933 decide no presentarse a la reelección. Estamos en los últimos años de la vida de Unamuno cuando le llegan algunos honores. Es nombrado rector vitalicio de la Universidad de Salamanca y se crea una cátedra con su nombre. En 1935, en pleno desencanto político, es nombrado «ciudadano de honor de la República».
1936 “Aquí mis nietos se quedan/ alentando mientras puedan/ respirar/ La vista fija en el suelo,/ ¿Qué pensarán de un abuelo/ singular?”.
El Unamuno incorregible, incombustible, contestatario, ajeno siempre al qué dirán, se pregunta en sus últimos tiempos por lo que sus nietos pensarán de él. Aparece el hombre tan humano que también fue. Políticamente, la decepción de la República es tan profunda que le hace inclinarse, al iniciarse la guerra civil, hacia el bando rebelde, donde quiso ver posibilidades de cambio. Tampoco duró mucho el apoyo, especialmente tras la represión, en Salamanca, de muchos de los amigos personales de Unamuno. En su escritorio se amontonan cartas de mujeres de conocidos y desconocidos, que le piden que interceda por maridos o hermanos encarcelados, torturados y fusilados. El desastre humano le conmueve y le impide permanecer callado e impasible. Tendrá oportunidad de exponer su desacuerdo en la Fiesta de la Raza, el 12 de octubre de 1936, cuando pronuncia su “Conquistar no es convertir. Vencer no es convencer” en el famoso incidente con Millán Astray. Tras él, es confinado en su propia casa de Salamanca. Repúblicanos y fascistas lo ven como un traidor y desconfían de sus vaivenes. Aislado, atraviesa un doloroso exilio interior mientras es testigo de como el exterior va enloqueciendo con los avatares de la guerra incivil. No lo resistirá muchos meses. Muere el último día de 1936.