La instauración de una sociedad es un fenómeno sumamente complejo, mucho más de lo que pudiera imaginarse en un primer momento. Partamos de lo siguiente: una sociedad es un sistema social complejo y compuesto por una gran diversidad de individuos y personas (no significan lo mismo) cuyas funciones se integran armónicamente una con otra en base a acuerdos y/o mediaciones que promueve la colaboración entre tales individuos en orden de alcanzar un bien común y mayor a todos. Las instituciones funcionan como entes mediadores o reguladores para que la colaboración de estos individuos sea la más armónica posible y el grado de disonancia no perturbe las funciones del sistema en sus distintos niveles.
Instaurar una sociedad a partir de un grupo de individuos que muy probablemente no tengan mucho que ver unos con los otros no es sencillo. Debe ocurrir una “oferta” que sea del gusto de ellos y que satisfaga en grado variable las necesidades que cada uno puede tener; esta oferta debe incluir elementos mediadores y que constituyan puentes o enlaces entre las diversidades del caso para que comulguen y se integren en torno a un fin, valor, norma, condición, o regla común a todas para que así la unión no se vea comprometida en torno a diferencias irreconciliables.
Lo que verdaderamente sucede
A medida que el tiempo transcurra y que la integración sea más cohesionada, se formará una especie de “consciencia colectiva”. Esta consciencia colectiva es la amalgama de estados fuertes que comparten los individuos entre sí ubicada en un plano distinto a las conciencias individuales de cada uno. No estamos hablando de una mente colmena porque no hay una “abeja reina”, sino de un fenómeno socio psíquico paralelo a la consciencia que cada uno posee para sí mismo.
Ahora bien, esta consciencia colectiva determina los criterios con los cuales la sociedad determina qué es moralmente correcto y qué no; la consciencia colectiva parece representar una especie de juez de escala macroscópica que dicta sentencias sobre quien atenta contra estados fuertes de la consciencia colectiva de la sociedad, que no son más que los vínculos que la mantienen unidad y cohesionada por medio de la convergencia de voluntades que concuerdan en que esos estados fuertes y su conservación resultará causalmente en el orden social convenido.
La reglamentación general de una sociedad, donde entre ellas se encuentran las normas, permiten la interacción consensuada, pacífica, legal, pautada, armónica entre las diferentes funciones y acciones que las personas ejecutamos. Quien infrinja las normas una vez será un contraventor, mientras quién lo haga de forma continua será conocido como criminal.
Educación como elemento contributivo al vínculo social
Como dijimos anteriormente, los estados fuertes de la consciencia colectiva permiten la conjunción de las voluntades de los individuos que pertenecen a una misma sociedad. Tácitamente, o dicho de manera expresa, se le exige a cada persona que acepte y reconozca los derechos y deberes de los otros, así como su condición humana fundamental y todo lo que eso conlleva.
El reconocimiento mutuo de la dignidad e integridad humana resulta en que la interacción entre las partes que realizan sus acciones de acuerdo con el otro se produzca en un contexto equitativo donde las partes se reconocen como iguales. Mediante el respeto de unos hacia los otros, es posible la prolongación de una sociedad en el tiempo.
Muchos son los casos en la historia donde una falla o ausencia absoluta de respeto entre las personas deviene en tensión o conflictividad innecesaria que puede escalar, en algunos casos, en una ruptura total del vínculo social y en el surgimiento de confrontaciones. La ausencia de reconocimiento de los derechos humanos universales para todas y cada una de las personas ha surgido como factor inicial para la ocurrencia de sucesos violentos no solamente en un lugar definido, sino a gran escala. Véase el caso de la Segunda Guerra Mundial.
Hay normas que deben respetarse, frases de educación que tienen que expresarse verbalmente en momentos específicos para que quede constancia de que, efectivamente, hay respeto de unos para con otros en concordancia con los estados fuertes que la consciencia colectiva ha establecido en la sociedad.
Las frases de educación no son cosa de otro mundo ni nada que no hayas oído antes; las frases de educación se expresan en ocasiones formales o como acción envestida de formalidad en sí que puede darse en situaciones no necesariamente formales sino más amenas. No obstante, las frases de educación que aparecen en ambas situaciones cumplen la función de vehículo de signos modales formales que concuerdan con los ideales de respeto mutuo instaurado en la sociedad.
Las frases de educación, si se ha producido anteriormente un correcto proceso de socialización y asimilación de pautas culturales y normativas, deberían surgir de la propia voluntad del individuo y su deseo genuino por ser una persona educada que puede integrarse funcionalmente en una sociedad. Si las frases de educación se enuncian por la acción previa de otro que expresó que, efectivamente, dichas frases tenían que ser dichas, entonces, no podemos decir que esas frases son genuinas y surgidas del pleno ejercicio de la libertad, sino de una coacción.
Ejemplos de frases de educación
A continuación, presentaremos ejemplos de lo que son las frases de educación. Aunque, repetimos, estas frases son fácilmente identificables, que las hagamos presentes para ti nunca está de más.
- Buenos días
- Buenas tardes
- Buenas noches
- Con su permiso
- Si me permite
- Antes de usted
- Por favor
- Gracias
- Sumamente agradecido
- Con el debido respeto
- Sin intención de ofender