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Filosofia Hoy

Ortega y Gasset

febrero 9, 2018
En el número seis presentamos algunas claves para comprender el pensamiento y la figura de Ortega y Gasset, el catedrático que no tuvimos, que no pudimos tener.

Las lineas maestras del pensamiento de Ortega son dos: el perspectivismo, que afirma que las distintas concepciones del mundo dependen del punto de vista circunstancial de los individuos, y la razón vital, intento de superación de la razón pura y la razón práctica de los idealistas y los racionalistas. Para Ortega, la verdad surge de la yuxtaposición de las visiones parciales, por eso es fundamental el diálogo constante entre el hombre y la vida.

Sus escritos de los años 20 analizaron los comportamientos sociales de las masas que configuran la sociedad actual (etapa perspectivista). Sus obras básicas fueron España invertebrada (1921), El tema de nuestro tiempo (1923) y La rebelión de las masas (1930). Criticó en ellos la influencia destructiva de la mentalidad general que, de no ser dirigida por una minoría intelectual y superior, favorece la aparición del autoritarismo.
A finales de los años veinte inició un nuevo camino filosófico: el raciovitalismo, expuesto en obras como Kant. Reflexiones en torno a un centenario (1929), En torno a Galileo (1933), Ideas y creencias (1940) y la Historia como sistema (1941) entre otras.     Intentaba superar la oposición realismo/idealismo mediante su yuxtaposición o su fusión en una única idea: la vida, que es el principio ontológico fundamental. Para Ortega, el mundo y el pensamiento eran interdependientes: «Lo que hay es el mutuo existir del hombre y el mundo… mutuo serse».

Para Ortega, la realidad era suma de la existencia humana individual y su circunstancia, considerada como el ámbito de los problemas a los que tiene que enfrentarse el Yo. Por ejemplo: la esencia de la Tierra no está en la astronomía ni la mitología sino en las dificultades y facilidades que nos ofrece: es lo que nos sostiene, lo que a veces tiembla, lo que nos separa de nuestros seres queridos…

Sus primeros escritos se caracterizan
 por dos conceptos, subjetivismo y objetivismo. El objetivismo (racionalismo) se articula a su vez en torno a dos grandes ideas, ciencia y cultura. Esta etapa acabó en 1916 con la publicación de Personas, Obras, Cosas, en cuyo prólogo afirmó: «Para mover guerra al subjetivismo negaba a lo individual todos sus derechos. Hoy me parecería más ajustado a la verdad dotar a lo subjetivo de un puesto en la colmena universal». El objetivismo inicial, por tanto, se matiza con otros nuevos conceptos: Yo-Circunstancia y, sobre todo, «perspectivismo», introducido a partir de 1913 y formulado en el título de una de sus publicaciones emblemáticas: El Espectador.

El concepto yo-circunstancia, 
acabó convirtiéndose en relativismo(vida)/racionalismo, o bien en cultura (vida espiritual)/vida (vida biológica), cuya oposición soslaya con su clásica yuxtaposición de conceptos: el raciovitalismo: “No hay cultura sin vida, no hay espiritualidad sin vitalidad”. Y ahí esta la tarea de nuestro tiempo: «La razón pura tiene que ceder su imperio a la razón vital».
Ortega ponía la plenitud de la vida y la cultura en el nacimiento de las nuevas épocas, que crean nuevos valores culturales frente a la cultura ya desvitalizada. En este momento del cambio de valores, la vida espontánea recupera su valor: «Contra cultura, lealtad, espontaneidad, vitalidad».

En resumen: la razón vital es la propuesta orteguiana para superar la oposición racionalismo/vitalismo, en un doble sentido: en primer lugar, insertando la razón en la existencia humana; en segundo, renegando del sustancialismo de la res cogitans. A eso llamó Ortega «cartesianismo de la vida». Suponía deshacerse de toda la ontología tradicional: las ideas de sustancia, esencia, existencia, ser, cuerpo, alma, materia, forma.

Como fundamento de la verdadera filosofía proclamó un principio dinámico: “La vida no tiene un ser fijo y dado de una vez para siempre, sino que está pasando y aconteciendo”. Su doctrina adquirió así una coloración historicista presidida por la teoría de las generaciones, que desarrolló en En torno a Galileo (1933), sentando las bases de la razón histórica, cuyos principios esenciales expuso en la Historia como sistema (1935).

La razón histórica es la metodología
 que analiza la vida tanto biográfica como histórica, estudiando el cambio de categorías culturales y creencias en las grandes épocas: Antigüedad, Edad Media, Renacimiento, Edad Moderna. El ser del hombre es innumerable y multiforme: en cada tiempo, en cada lugar, es otro.

El ser principal de un hombre,
 un pueblo o una época es su sistema de creencias. La metodología propuesta por Ortega para desentrañarlo era averiguar, en primer término, la creencia fundamental, de la que se derivarían todas las demás. Utilizaría para ello el método comparativo.
En este contexto, Ortega proclamó la “aurora de la razón histórica”, convencido de que la cultura cartesiana había llegado a su fin: “El hombre, no tiene naturaleza, lo que tiene es historia… Y por eso la razón pura no podrá jamás entenderle…”. Fundaba esta proclamación en la crisis de la razón teórica propia de la Edad Moderna; es decir, en la falta de fe en las ciencias teóricas, la moral, el derecho, la política…